Carmen Domínguez. Se lo merece, por valiente. Se enfrentó a los Talibanes, que son La Santa Inquisición del siglo XXI. Como entonces, se necesita mucho valor para estar en la mira de aquellos y estos Señores de la intolerancia y la tortura.
Malala defiende una cosa tan peligrosa como que las niñas accedan a la cultura. ¿De que tienen miedos estos Talibanes? ¿De que las mujeres sepan leer y escribir? ¿Es que son tan poca cosa que no soportarian la competencia de las hembras?
Malala es un ejemplo para todas nosotras. De este lado del mundo no tenemos la igualdad completa, pero todo nos es mucho más fácil y naturalmente nada peligroso, salvo cuando algunos energúmenos se dedican a acosar y, en ocasiones, a asesinar a su esposas y compañeras. Pero, salvando las distancias, no hay punto de comparación con las mujeres afganas y de algunos países de Oriente.
Todos o casi todos hemos firmado la petición para concederle el Nobel, pero no es suficiente. Tenemos que hacer más no solo por Malala, sino por todas las féminas de esos países. Infelizmente quienes tendrían que actuar con contundencia, están demasiados ocupados con su cuitas en la bolsa de Valores o con las Agencias de calificación y sus ficticias notas.
Como siempre y en todos los casos verdaderamente importantes, quien al final consigue resolver los grandes problemas es el pueblo soberano, y, en este caso que nos ocupa, más tarde o temprano será igual.