Carmen Domínguez. Últimamente me tiene confusa la aparición de unas sillas enigmáticas, que han emergido,como por arte de mágia en las esquinas de mi barrio, el Camp d’en Grassot.
La vecindad también se pregunta ,estupefacta, sobre este misterioso mobiliario urbano surgido,de repente en los chagflanes, dirigidas hacia las más inútiles de las direcciones.
Aparecen en frente de la salida de un aparcamiento o delante de una peluquería de barrio. También están ubicadas en frente de la farmacia del distrito o a la entrada de la empresa Enkel.
Van en pareja pero, paradójicamente, a una decena de metros una de la otra, de manera que si cualquier pareja de viandantes resuelve sentarse, aunque sea mirando la fantástica vista que ofrece la salida de un párking , y quiere tener una pequeña charla, mientras descansa, tendrán que gritar para entenderse.
No sabemos a cuenta de qué nuestro indómito ayuntamiento ha resuelto regalarnos con estas fantásticas butacas, ya que son de buena calidad i además bien ancladas al suelo, en los lugares más ineficaces e insospechados.
Tengo entendido que siguen proliferando desde el Paseo de San Juan hasta los alrededores de la Sagrada Família, ignoro si al otro lado del Eixample están brotando estos asientos, pero desde luego en mi distrito no dejan de surgir y multiplicarse.
Pero, por favor ¿Porque mirando siempre a la pared? Será que el consistorio nos considera díscolos y quiere castigarnos, como cuando éremos pequeños y ponernos contra el muro? Tendremos que preguntárselo, a ver si hemos dejado de pagar alguna multa o impuesto y nos quiere escarmentar.