Puri Pérez. Después de una larga noche de sueño, me despierto sobresaltada. ¿Qué día será hoy hoy? Sábado, qué bien!! pienso, pero oh! no! martes. Trabajo deprisa. Una ducha rápida, desayuno y al metro.
Su olor, su oscuridad, la gente, sus caras. Unos tristes, otros alegres, otros absortos, otros enamorados, algunos con la prensa, otros con un libro, otros aislados con su música, sus juegos o pegados al móvil. Me fijo en las ropas, los pantalones, las faldas, chaquetas, abrigos, gorras, bufandas, todas ellas de mil colores en cuellos anudadas. Intercambiamos miradas indiferentes, miradas curiosas. Yo pienso donde trabajará ese, a qué se dedicará aquel, donde irá esa chica, donde irá esa mujer, quizás comprará flores, quizás tome un café.
El metro es ciudad, es centro, suburbio, periferia. Es rápido, es vida, es gente, son maletas, son mochilas, escaleras mecánicas, ascensores, música en los pasillos, refugio de mendigos, cobijo de la lluvia, andenes de citas, besos para atrapar. Una mañana cualquiera en el metro todo lo puedes ver, todo lo puedes imaginar.