Berta Riesco.Una vez más con la llegada de la Navidad, volvemos a recordar lo que fue en nuestras vidas, en el pasado y dan ganas de llorar, por lo que queda de ellas. En aquellas otras Navidades, las de la infancia en el pueblo, cuando éramos felices, nos juntábamos toda la familia, las preparábamos con mucha ilusión, venían los del pueblo de al lado a 3 km: mis tíos y mi abuela, mis primas.. Era una gozada, lo que llegamos a disfrutar todos juntos.
Criábamos dos pollos, uno para Navidad y otro para fin de año, eran preciosos y enormes y junto con un buen plato de cachelos con coll y algún que otro manjar típico eran la sabrosa cena de navidad y fin de año; no teníamos grandes cosas, pero si unidad, amor y mucha felicidad. Nuestro Belén cabía en una tapa de caja de zapatos, cantábamos villancicos y otras cosas, jugábamos a las cartas, al parchís o simplemente charlábamos de todo. Después de cenar venían los vecinos, que son más que familia y así juntos y contentos pasábamos las noches más importantes del año.
Así fue durante muchos años, hasta que empezamos a crecer y desperdigarnos por la geografía. Entonces se empezó a perder, no el cariño, ni el recuerdo, pero si aquel sentido de la Navidad. A la vez que esto sucedía, también empezó a transformarse la sociedad que cayó en un consumismo sin control y todo lo que antes tenía un sentido familiar y de calor de hogar, se empezó a transformar en comercial y lucrativo. Las luces típicas de Navidad, ahora se colocan dos meses antes con lo que cuando llegan ya estás hartita de todo lo que huele a Navidad comercial. Todo lo que antes se comía como típico de Navidad, se comercializa casi todo el año o sea que de lo que te traía aún algún pequeño o gran recuerdo ya no queda nada. Se te quitan las ganas de las fiestas y así se ha ido transformando todo.
Hoy las Navidades son sinónimo de vacaciones, o sea de viajar, esquiar, comer fuera de casa y las reuniones familiares, en la mayoría de los casos, son una obligación a veces molesta, un quedar bien; no importa que durante el año te lleves bien o mal, hay que hacer el paripé, o bien para criticar.Pero de sentido familiar y de cariño verdadero, nada. Se queda en palabritas, besitos y abrazos de Navidad (eso sí estos días todo es un bombardeo de felicitaciones por parte de todo el mundo) y luego todo el año a darse por cuenca unos a otros.Yo creo que si quieres a una persona la quieres todo el año y le mandas o le dices cosas todo el año, con mayor o menor frecuencia, pero sin que haya una fecha estipulada, no solo porque toca. En Navidad se dice muchas veces lo que no se siente, se hace lo que no apetece y mucha comida familiar y de empresa pero luego lo dicho, el resto del año, dando por cuenca al prójimo.
Por eso, hace algunos años, que para mí las Navidades son como cualquier época del año, sin ningún apego, ni ilusión.Pones en casa algún adorno de Navidad, quizás por aquella nostalgia de lo que fue, de los recuerdos que te trae, pero la verdad, hoy por hoy, la Navidad, aunque sigue llamándose así, no tiene sentido como tal. Como he dicho antes, es sinónimo de vacaciones, nada más.
Este año, con la brutal crisis que nos afecta, quizás se está notando un poquito más de humanidad; si al menos sirviera para que nos volvamos más humanos, menos soberbios, menos materialistas y más colaboradores con los demás ya valdría la pena.