Puri Pérez.Como cada año, al llegar la época de vacaciones nos hacemos la pregunta de siempre: “¿Adónde iremos?” Al norte o al sur, montaña o playa, quizás a una ciudad europea, o a algún país exótico, en fin, todo un abanico de posibilidades a tu alcance.
Pero, mucho más cerca de lo que podéis imaginar, existe una ciudad con magia. A todos aquellos que aún no hayan visitado Córdoba, quiero recomendarles un paseo por sus calles. Su cultura milenaria, su riqueza arquitectónica, la diversidad de paisajes, la calidez de sus gentes, hacen que te enamores para siempre de ella. Buena comida, buen vino, buen aceite, mucho sol, pueblos blancos… ¿Que más puedes pedir? Y por si aún no os habéis convencido, seguid leyendo éste, mi pequeño homenaje a la ciudad que un día me cautivó.
Córdoba, pequeña y sabia
¡Ay Córdoba!, Córdoba pequeña y sabia. Cuna de tres culturas, adulada por poetas, amada por sabios y pintores. Quiero perderme por la judería, por esas calles estrechas y empedradas.
Quiero pasar las horas mirando ese arco iris de paredes blancas, adornadas de rojos y blancos claveles enredados en las ventanas.
Ese olor a jazmín, azahar, geranios que embriagan.
Absorta quedo, no tengo prisa.
Color, luz, embrujo, ¡ay Córdoba! pequeña, sabia.
Quiero perderme en tus patios, beber de tus fuentes, ver, oír el agua cómo resbala en la piedra, cómo canta.
Perderme en tu Mezquita, cobijarme bajo tus arcos.
Sentir frío de tanta historia, de tanto pasado.
Altiva y flamenca la Torre de la Vela, adornada de naranjos vigilando el Guadalquivir bajo el Puente Romano, donde en tiempos muy remotos paseaban Séneca y Lucano.
Y Julio Romero de Torres pintaba la mujer morena con el torso desnudo y guitarra en mano.
¡Ay Córdoba, pequeña!,
Quiero perderme en tus callejas y beber manzanilla a la luz de la luna llena.