Carmen Domínguez. Nuestro gobierno está empeñado en que seamos buenos ciudadanos. No quiere que derrochemos, por lo tanto controla nuestro presupuesto. Se acabaron los jolgorios. Son tiempos de austeridad, nos repiten machacanomente. La ciudadanía asombrada trata de asimilar, mas que menos , estas nuevas normas.
Nos presentan un momento económico sombrío, por lo tanto nuestros derechos tienen que ser menguados y nuestros impuestos incrementados. El pueblo se pregunta abrumado cual ha sido su pecado para merecer tamaño castigo.Ve como, inexorablemente, los colegios, hospitales y ayudas varias se desvanecen, mientras el apetito insaciable de los bancos engulle millones de sus impuestos, en forma de rescate. Los corruptos son considerados “no culpables” y se contruyen estatuas horrendas e inútiles a precios astronómicos. ¿Y nosotros qué? se preguntan los habitantes. Hemos trabajado y contribuido a la riqueza del país con nuestro esfuerzo, y, ahora, tenemos que pagar los desmanes de algunos politicos y especuladores sin escrupulos.
Barrunto que la reforma laboral nos retrotrae a finales del siglo XIX cuando los patrones podian hasta abofetear a los obreros, entre otros previlegios, y, menos mal, que se han olvidado del”derecho de pernada”.
Pero hay algo de bueno en todo esto. Nuestro ejecutivo se preocupa por nuestra salud, y lucha contra la obesidad. Hasta el momento, son solo advertencias, pero no creo que tarden mucho para que nos pongan un corsé(como aquellos que usaban las damas de la época del rococó) y harán como las antiguas criadas: pondrán delicadamente sus rodillas detrás de nuestras espaldas, y cada vez que la bolsa estornude darán un buen tiron de las cintas para que nuestras cinturas se vuelvan de avispa. Todo será para crear puestos de trabajo pero seremos tan esbeltos que en cada plaza laboral habrá espacio para dos obreros.
¿Qué tal si pusieramos todos estos pipiolos a trabajar “como Dios manda” en vez de tantos ajustes para la ciudadanía? ¡Se admiten sugerencias!.
Barcelona 29 de febrero 2012