Carmen Domínguez. El sábado pasado viví una experiencia que difícilmente olvidaré. Junto a un grupo de personas visité el “refugio antiaéreo” que fue construido en la Plaça del Diamant, en el barrio de Gracia. Esta guarida fue construida en abril de 1937, para poder proteger la población de los bombardeos que Mussolini infringió a la ciudad de Barcelona. Esta aberración tiene el dudoso honor de ser la primera vez en la historia que la aviación atacó a los civiles desde el aire.
La construcción está hecha a una profundidad de 13 metros bajos tierra. A cada escalón que se baja se tiene la sensación de viajar, cada vez más, hacia atrás en el tiempo. La humedad y la desolación son una presencia constante. Cuando llegamos a los pasillos de este
escondite, que se volvía una guarida para la sufrida ciudadanía durante unas horas, palpé que debía de ser una vivencia aterradora.Yo tenía la sensación de percibir la angustia de las personas que allí se cobijaron y que el tiempo había retenido en ese tétrico lugar. Tres fantásticas actrices escenificaron algunas vivencias de esos oscuros tiempos. Nos explicaron que dentro de ese escondite no se podía ni echarse, ni comer, ni hablar, tenían que mantenerse en un absoluto silencio. Advertí los sentimientos de las personas allí presente a flor de piel. Al fin y al cabo quienes entraban en ese sitio eran antepasados nuestros. Cuando nos hicieron oír una grabación representando un bombardeo, para mí, el silencio de los asistentes fue el mayor grito de terror que he sentido.