Puri Pérez. Relat de ficció. Suzane, durante su marcha a Paris en aquel tren lleno de personajes e historias, pensaba en lo que dejaba atrás. Estaba dispuesta a olvidar su pasado. Suzane tenia 19 años cuando salió de su pueblo, una pequeña aldea al norte de Paris, donde vivía con sus padres y su hermana menor, Isabella, a la cual estaba muy unida. Ella sabía que la vida en la gran ciudad para una chica sola de 19 años no sería fácil pero no tenía miedo al presente y ya nada la haría cambiar. Estaba convencida de que su vida lejos de aquella aldea le daría fuerzas para empezar a vivir de nuevo.
Era una mañana fresca y soleada. Cuando bajó del tren, su corazón palpitaba con fuerza, respiraba hondo y no dejaba de mirar a un lado y a otro. Todo era nuevo. Eran olores diferentes, gentes diferentes y en vez de patos, ocas, vacas solo veía coches y edificios, unos edificios grandes y señoriales. Cansada del viaje se dirigió a un hotel pequeñito casi familiar; solo quería tumbarse en la cama y descansar.
Durmió toda la noche, por la mañana bajó a desayunar, allí conoció la primera persona que le abriría las puertas de una nueva vida. Se llamaba Dora, una señora de unos 50 años, dueña del hotel, alta, morena, llevaba siempre el cabello recogido en un moño. Era atractiva, vestía con pantalones y blusas de seda. A Suzane le pareció la mujer más cautivadora y elegante de todas las que había visto. Dora enseguida se dio cuenta de que necesitaría ayuda y le ofreció que la ayudara en las tareas del hotel.
Así es como empezó su nueva vida. Suzane llevaba una vida solitaria. No tenia amigas, fueron muchos los hombres que se acercaban a ella pero siempre ponía barreras, su objetivo era ganar lo suficiente y tener su propio negocio. Y unos años más tarde, con la ayuda de Dora, su única y mejor amiga abrió un pequeño burdel con una decoración exquisita. Cada habitación, la pintó de un color diferente: roja, verde, amarilla y azul, todas decoradas con flores y poco a poco fue adquiriendo fama entre los señores de París. Suzane se convirtió en una madame respetada, discreta.Jamás se enamoró ni compartió la vida con nadie.
Ella tenía su habitación preferida, la habitación azul, y, en la hora del descanso, se tumbaba en la cama, allí repasaba su agenda, fumaba, leía y también soñaba , soñaba con los campos verdes y horizontes azules .