Puri Pérez. Cuando te pones delante del televisor y ves reportajes, imágenes y noticias de esta índole, algo dentro de ti se mueve, sientes rabia, indignación, impotencia y sobre todo mucha tristeza. Aunque hay mucha gente comprometida que lucha y denuncia estas prácticas, los gobiernos tanto de Europa como de Estados Unidos hacen caso omiso, hacen la vista gorda al problema y violan e incumplen los convenios y acuerdos pactados en Basilea que prohibe la exportación de chatarra electrónica a terceros países sin su permiso, ¡Menos mal que lo prohíbe! De todas formas, se siguen exportando unos 50 millones de toneladas de residuos tóxicos que tienen como destino países pobres, subdesarrollados, y los convierten en grandes vertederos y cementerios de chatarra.
Karachi en Pakistán, Somalia y Accra (Gana) en África, allí mueren nuestras neveras, ordenadores, televisores, congeladores, microondas, móviles etc. Todo se desmonta, se separa. Niños y menores marginales pasan las horas seleccionando todo para venderlo y poder sobrevivir, expuestos a productos altamente nocivos para su salud, sustancias tóxicas como plomo, mercurio, cromo, selenio, azufre, litio de baterías. Esto es irracional, antisocial, e inhumano, y deseo que entre todos luchemos por un mundo mejor. Que cada país controle y regule sus desechos creando plantas para que el reciclaje sea lo más ecológico posible, que las compañías inviertan en diseños productos menos contaminantes y nocivos. Sin duda, es un tema muy complejo y difícil de resolver, puesto que el mundo se mueve por dinero. Mientras tanto, paradojas de la vida, vendemos nuestras basuras para que puedan sobrevivir, pero a la vez les estamos quitando la vida. A África, entre guerras y hambrunas, solo le falta esto.