Yo llegué al barrio después de haber vivido dieciséis años en Sant Cugat del Vallès que, en aquellos tiempos, no era como ahora. Era un pueblo dormitorio ya que todos veníamos de Barcelona y la mayoría bajábamos cada día en el tren de las seis quince. Allí hice unos cuantos amigos que nos dormíamos en el tren y nos avisábamos cuando nos tocaba bajar. Aún conservo algunos de ellos, ya que soy una persona amiga de mis amigos. Allí no encontré las amigas tan buenas que tengo aquí, en el Coll. Primero porque pasaba todo el día en Barcelona y volvía a las ocho treinta. Cenaba un poco, leía y dormía. Soy una persona más bien dormilona.
Particularmente vine a este barrio con problemas de depresión y algunos más, pero un día paseando a mi perra me encontré con el señor Valentín al que pregunté si había algún centro o algo donde ir para distraerme y conocer gente del barrio. Entonces me dijo que la AVV abriría un local para manualidades, que ya me avisaría. Al cabo de unos días volví a verle y me dijo que ya podía apuntarme, cosa que hice al día siguiente. Así empezó mi relación con todos ellos. Al cabo de dos años empezamos con el voluntariado y como yo había aprendido algunas cosas en Gracia, empecé a enseñarlas como buenamente pude. Les enseñé a hacer pañuelos a la sal, flores de cerámica rusa, esmalte en frío, pintura con tela, y, ahora, actualmente, junto con otras compañeras, aprendemos todo lo que podemos para que cada curso se hagan cosas nuevas.
La verdad es que me encuentro muy a gusto con ellos. Cuando, por motivos de enfermedad de mi madre y míos estuve algún tiempo apartada, nunca dejaron de preocuparse por mi, cosa que les agradeceré siempre. Y referente a las amigas, nada más puedo decir que nunca las he tenido mejores y que espero que me sigan queriendo como yo las quiero.
PEPI ALIART