Hola mamá.
Como siempre no dejo de contemplar el sol, las nubes, la lluvia, y todo me recuerda a ti.
Te extraño ahora que es primavera, que el campo despierta y asoman las primeras rosas, ahora más que nunca me acuerdo de ti. ¡Te agradaba tanto esta estación!
Espero que tu descanso perdure allí en el cielo y las nubes te lleven aromas de jazmines y espliego.
He de decirte, que aquí en la tierra estamos pasando momentos duros y difíciles. No sé, nadie sabe qué ha pasado o qué ha podido pasar, lo cierto es que se ha escapado una mala estrella, una semilla tóxica que roba la respiración y la vida, se trata de un virus, le llaman Covid 19. Todos, absolutamente todos, estamos en casa, como si se tratase de un arresto domiciliario y fuéramos delincuentes, aquí estamos confinados, ¡es tan extraño todo, mamá!
Pero qué te voy a explicar a ti, tú que pasaste la guerra y la posguerra y resististe al dolor, al hambre, al duelo, creo que no tengo derecho a quejarme, porque al menos tengo un techo digno y una despensa llena.
Sabes, cuando me dejaste, me dolió mucho, mucho, porque aún te necesitaba, pero al menos pude darte un beso, pude acompañarte, estar contigo, despedirme de ti. Ahora me pregunto, ¿si estuvieras aquí, en estos momentos, en esta circunstancia, con tus 95 años y te hubieras muerto de este virus?
Entonces, todo hubiera sido distinto, mi dolor se habría multiplicado por mil, no me hubieran permitido velarte, ni acompañarte, eso sería muy duro, la ansiedad y la tristeza perdurarían en mi.
Desde aquí la tierra te envío un manojo de besos
no dejes de brillar cuando yo mire al cielo
tu hija, que te quiere.