Marea

28 febrer 2018
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Resultado de imagen de isla cantabria Sara Reñé. Soy de aquí y me gusta sentirme mediterránea, rodearme de pinos y alcornoques aceites,  avellanas  y  piñones. Un paseo por el Monseny  y un baño en la Costa brava. Pero, a veces, a menudo, me gusta ir hacia el Atlántico. A la Costa Vasca, cantabra o asturiana. Volverme atlántica. Hace un par de años pasé unos cuantos días en Isla, en  la comarca de Trasmiera. Durante esos dias  me volví extensa y casi azul, de mar. Marina. Casi ola. Isla es un  población dividida en dos partes: Isla pueblo situado en una zona más elevada e  Isla playa  que sigue la línea de costa junto a la ría con varias playas que llegan hasta el cabo de Quejo.

En Isla tenía la sensación de vivir envuelta en mar, al ritmo de la marea.   or la mañana, mientras almorzaba  consultaba la hora de bajada y subida de la marea. y luego la  perseguía durante todo el día.. Por la mañana, en la Playa de los barcos, en bajamar, la playa era ancha y larga y quedaban al descubierto las rocas negras y obscuras, de formas extrañas y diversas, que daban al paisaje un aire lunar.  Me gustaba, mirar y observar las superficies largas, extensas de arena húmeda, las piedras, los meandros, el infinito, ver el mar lejos,… andar entre  los surcos y los regueros que se iban formando, mojarme los tobillos y adivinar donde empezaba la ría. Durante la  bajamar se podía llegar andando hasta Noja, ir de un pueblo a otro por el medio el mar, por el mar abierto, partido en dos, entre azules atlánticos, densos i soleados.

Por la tarde  esperaba expectante la hora de la subida del agua, la transformación, la transmutación del paisaje. Cada día, la subida empezaba a una hora diferente.  Entonces, me sentaba en la playa, y observaba como el nivel mar iba subiendo lentamente, centímetro a centímetro, cómo el mar, con un movimiento lento y oscilante, iba cubriendo la arena. Esperaba que el agua llegara a mis pies, y, entonces, me levantaba corriendo, y retrocedía unos metros. Hasta que todo quedaba inundado, azulado. La playa se había vuelto chica, estrecha. Pleamar. Poca arena. Todo mar. Olas largas o redondas. Des de Isla ya no se podía llegar a Noja.

Me pasé todos los días así, apasionada, siguiendo el movimiento, el cambio diario de la piel del paisaje, las variaciones que se producían en el océano, en la playa y en el pueblo. El flujo y reflujo que me reflejaban a mi misma. Yo también cambiante, mutante, transitoria, variando a lo largo del día. Bajo influencia del sol y de la luna.  Llena de todo y de nada.

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